domingo, 24 de octubre de 2010

Quise


Quise correr mas rápida que el viento que me arrastra hasta los sueños mas azules. Grité a las estrellas que las odiaba y así tener un motivo para estar enfadada conmigo misma. Me emborraché para poder decir la verdad. Busqué entre la basura los despojos de lo que odie ser un día. Fui a sitios que creía prohibidos. Cerré los ojos y me dejé llevar. Soñé que estaba en un avión y simplemente caía. Me escondí entre las pelusas que se amontonan en los rincones de la casa. Ligué con dos monjas un sábado por la noche. Miré fijamente al sol para quemarme las retinas. Lloré como una niña solo porque sentía. Te tiré un tomate sólo para que estuvieras furioso. Quise odiarte y odiarme. Te deseé al caer la noche. Tiré la llave donde están guardados todos mis sueños pero volvió. Me chupe los dedos después de comer al pensar en tu sonrisa. Quise escapar de mis recuerdos.
Pero no sirvió. No sirvió absolutamente de nada.
Estoy enamorada de ti. Y tu estas enamorado mi.

Se lo conté todo a una hormiga y me dijo que eso era amor. Que ella no lo había experimentado nunca pero que alguien lo había hecho un día y se lo había contado.

martes, 29 de junio de 2010

Decepción

Hace unas cuantas semanas que me ronda una palabra por la cabeza... Decepción.

Aún me sorprende como fui capaz de creerla y como llegué a pensar de forma sincera que había una amistad... una lástima.
Porque como siempre las cosas caen por su propio peso y con el tiempo la evidencia de la mentira nos aplasta la cabeza. Y ya da igual que intentemos dar tremendas explicaciones a ciertos actos porque la simple verdad es que hemos vivido una mentira.

Y otra vez a aceptar eso... la mentira. Y el alma se nos vuelve a caer a los pies. Y otra vez a volverla a levantar mirando la gente que si que vale la pena y que nunca nos a fallado... quizá porque simplemente también valoran lo que es para nosotros la amistad.

domingo, 18 de abril de 2010

Lectura


Miró sus manos. ¡Cómo las odiaba! Estaban impregnadas de belleza y de muerte, en una combinación imposible de conjugar pero con la que se veía obligado a vivir. Sólo cuando la acariciaban, habían sido buenas. Su piel contra la de ella había espantado todo mal obligándolo a huir por un instante. Al mismo tiempo, habían alimentado su maldad oculta. El amor y la muerte, el odio y la vida. Opuestos que los habían convertido en polillas revoloteando cada vez más cerca de la llama. Y ella se quemó primero.
El sentía el calor del fuego en la nuca. Ya estaba cerca.

La Princesa del Hielo, Camilla Läckberg

martes, 6 de abril de 2010

Lectura


- Lo siento, te he confundido con otro...
- Confúndame con quien quiera...
Un hombre llorando es algo que no pasa nunca en un bar de striptease. De hecho, Julie no había visto nunca a un hombre llorar. Siempre era ella la que lloraba. Tendió los brazos para coger a Brutus, pero este se quedó acurrucado en las rodillas de Boris, que, por su parte, no hacía nada para retenerlo.
- Parece que no quiere abandonarte...
- ¿Es suyo? Debe tener frío...

- ¿Estás bien?
- No, no muy bien.

- ¿Que te pasa? ¿Mal de amores?

- Mis peces van a morir...

Boris, al pronunciar la palabra, no pudo contener un enorme sollozo. Julie, aunque tenía su corazoncito, no daba crédito que un hombre pudiera llorar por unos peces.
- ¿Tanto los quieres?

Por un instante Boris pareció salir de su pena. Reflexionó.

- Sin ellos, mi vida ya no tendría sentido...


El frío modifica la trayectoria de los peces, Pierre Szalowski

sábado, 3 de abril de 2010

Lectura


¿Cuando empieza todo? ¿Cuando se traslada a la acción en el mundo físico esa idea que os da vueltas en la cabeza? A la mitad de la tercera copa, cuando Gwyn se inclina hacia delante y deja el vaso sobre la improvisada mesa. Te has prometido a ti mismo que no darás el primer paso, que te abstendrás de tocarla hasta que ella te toque a ti, porque sólo entonces sabrás más allá de toda duda que quiere lo mismo que tú y que no has interpretado mal su deseo. Estás un poco borracho, por supuesto, pero no más de la cuenta, no de manera tan atroz como para perder el juicio, y tienes pleno conocimiento de la importancia de lo que estás a punto de hacer. Tu hermana y tú ya no sois los torpes e ignorantes mocosos que erais en la noche del gran experimento, y lo que ahora te planteas es una transgresión de tamaño monumental, algo inicuo y siniestro según la ley humana y divina. Pero no te importa. Ésta es la simple realidad del asunto: no te avergüenzas de lo que sientes. Amas a tu hermana.

"Invisible", Paul Auster

jueves, 11 de marzo de 2010

Lectura


"Te has sentado junto a mí, en el borde de la cama. Sigo con la mirada los dedos finos de tu mano, que acarician mi frente. Ya no tengo miedo. No dejas de llamarme, y leo en tus ojos que tú también quieres que te dé un nombre. Pero en tus ojos ya no hay tristeza, por eso me gusta tu visita. Cierro los míos cuando tu muñeca pasa por encima de mi nariz. Tu piel huele a mi infancia, ¿o era la tuya? Eres mi hija, amor mío, ahora lo sé, y durante algunos segundos más todavía. Tantas cosas que decirte y tan poco tiempo. Quisiera que rieras mi vida, que corras a decirle a tu padre, que va a esconderse a la ventana para llorar, que no llore más, que lo reconozco a veces, dile que sé quién es, dile que recuerdo cómo nos hemos amado puesto que lo amo de nuevo cada vez que viene a verme.
Buenas noches, mi amor, aquí duermo, y espero."

TU MADRE

Las cosas que no nos dijimos, Marc Levy