lunes, 24 de enero de 2011

Lectura


Todos nos aguantamos con el corazón clavado en la tripa y en la garganta. Sin hacer ruido. No queremos que lo oigas. Es espantoso el ruido de un corazón cuando se rompe. Como un huevo a punto de abrirse aplastado por un bulldozer de porcelana. No queremos que comprendas. ¿Sabías? Queremos seguir oyendo un poco del tú y del nosotros funcionando con normalidad, con palabras, y sin tubos de plástico. ¡Queremos "antes" y ahora! "Señores, señoras, por favor, diríjanse a la salida" No pueden arrebatarte así a una madre. ¡Quiero quedarme! La operaré, durmiendo pegadito a ella, veréis cómo se despierta. ¡El sol entre sus dedos, ya veréis, ya veréis! ¡Vamos! Si las enfermeras, con sus ojos cubiertos de párpados, lo dicen, debe de ser cierto: se acabó. No he conseguido retorcer los relojes, cambiar el curso de nuestro destino, no he conseguido hacer magia, ni he conseguido el amor, ni la medicina, ni nada.
Lisa ha tirado su corazón contra la pared, papá va a recogerlo. Yo he tirado mi corazón contra la pared, papá va a recogerlo. Me tiro contra la pared, papá va a recogerme.

La alargada sombra del amor, Mathias Malzieu

martes, 11 de enero de 2011

Lectura


¿Porque tenemos que quedarnos todos tan solos? Pensé .¿Qué necesidad hay? Hay tantísimas personas en este mundo que esperan todas y cada una de ellas, algo de los demás, y que, no obstante, se aíslan tanto las unas de las otras ¿Para qué? ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los seres humanos para seguir rotando? Me tumbé de espaldas sobre una piedra plana, alcé la vista hacia el cielo y pensé en la multitud de satélites artificiales que debían de estar girando alrededor de la tierra. El horizonte aún estaba ribeteado de una pálida luz, pero en aquel cielo teñido de un profundo color vino empezaban a brillar ya las estrellas. Busqué en él la luz de los satélites. Pero aún había demasiada claridad para que pudieran apreciarse a simple vista. Las estrellas visibles permanecieron inmóviles, cada una en su lugar, como clavadas en el cielo. Cerré los ojos, agucé el oído y pensé en los descendientes del Sputnik que cruzaban el firmamento teniendo como único círculo la gravedad de la tierra. Unos solitarios pedazos de metal en la negrura del espacio infinito que de repente se encontraban, se cruzaban y se separaban para siempre. Sin una palabra, sin una promesa.

Sputnik, mi amor , Haruki Murakami

sábado, 1 de enero de 2011

Lectura


-Pues bien, ese es un sufrimiento insignificante si lo comparas con el que puede originar el amor. Todo el placer y la alegría que el amor provoca puedes pagarlos un día con muchos sufrimientos. Y cuanto más intensamente ames, más intenso será el dolor futuro. Conocerás la angustia de los celos, de la incomprensión, la sensación de rechazo y de injusticia. Sentirás el frío hasta en tus huesos, y tu sangre formará cubitos de hielo que notarás correr bajo tu piel. La mecánica de tu corazón explotará. Yo misma te instalaré este reloj, conozco perfectamente los limites de su funcionamiento. Como mucho, es posible que resista la intensidad del placer, pero no es lo bastante solido para aguantar los pesares del amor.

La mecánica del corazón, Mathias Malzieu