lunes, 22 de diciembre de 2008

Esta eres tu

Esta eres tu,
rodeada de personas que no ven
no lloran

no gritan
en este mundo frío y denso

Esta eres tu
nadando en una burbuja invisible
que pocas manos sienten

... que esperas vivir?
que esperas compartir?

Tal vez, no hay nada para ti.



viernes, 19 de diciembre de 2008

Lectura


¿Qué guerra es esta que combatimos, seguros de nuestra derrota? Aurora, tras aurora, extenuados ya de todas las batallas que aún están por venir, nos acompaña el espanto del día a día, ese pasillo sin fin que, en horas postreras, será nuestro destino por haberlo recorrido tantas veces. Sí, ángel mío, así es el día a día: tedioso, vacío y anegado en desdicha. Las calles del infierno no le son en nada ajenas; uno acaba allí un buen día por haber permanecido en ese pasillo demasiado tiempo.
De un pasillo a las calles: entonces acontece la caída, sin sacudidas ni sorpresas. Cada día volvemos a experimentar la tristeza del pasillo, y paso tras paso, seguimos el camino de nuestra lúgubre condena.
¿Vio él las calles? ¿Cómo se nace después de haber caído? ¿Qué pupilas nuevas sobre ojos calcinados? ¿Dónde empieza la guerra y dónde cesa el combate?

Entonces, una camelia.

La elegancia del erizo, Muriel Barbery

sábado, 13 de diciembre de 2008

Canción de la semana


El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente.

Las Olas, Virginia Wol

martes, 9 de diciembre de 2008

Lectura


Entonces se oyó un intenso rumor; el suelo comenzó a temblar y luego a girar sobre sí mismo antes de dividirse en dos territorios: uno se elevó indefinidamente, mientras que el otro bajó otro tanto. Al darse la vuelta para trazar la línea fatal, el hombre se había exiliado del cielo y separado para siempre de su amada.

Pero aquel día en que las puertas de la memoria de mi abuela se habían entreabierto, yo aún no conocía ese cuento, y creía poder explorar a mi antojo el territorio que se me ofrecía. No imaginaba que éste se disiparía de inmediato, como un espejismo que nos hace creer en un milagro cuando a nuestro alrededor sólo hay desierto. Así pues, cerré los ojos, como mi abuela me había pedido, y me sumí en el sueño. Cerré los ojos y no estoy segura de haberlos vuelto a abrir nunca, ni siquiera para Nam.

La princesa y el pescador, Minh Tran Huy

jueves, 4 de diciembre de 2008

Un día como hoy

Hace tiempo un amigo me explicó una extraña teoría: algunos psicólogos creen que las primeras horas de un recién nacido pueden marcar tanto en el subconsciente del bebé como el resto de su vida. En ese momento me pareció una teoría con bastante poca base científica (una tontería, vamos), pero la verdad es que es una idea que no puedo sacarme de la cabeza.

Hubo una época en que un médico llamaba a mi madre: la llorona.
Y siempre que pienso en esos días, no sé porqué, me viene a la mente el día en que yo nací… recuerdos no tengo, pero si una curiosa historia.

El parto fue bien. Resultado: una niña larguirucha y callada, y un montón de familiares felices alrededor de una parturienta cansada.
No se sabe cuantas horas pasaron cuando alguien se dio cuenta de que algo no iba bien. Ni cuantas más hasta que algún medico se digno a escuchar a un grupo de gente (probablemente muy asustada) diciendo que algo fallaba.
Y sí fallaba. Y mucho.
Ante la escasez de recursos de ese hospital, trasladaron a la mujer moribunda a otro hospital, sin dar seguridad de que esta llegara viva. Y dejando a la recién nacida con las enfermeras.
Algunos dicen que todo el silencio que regaló el bebe en sus primeras horas, en segundos se convirtió en llanto. Y el llanto en desespero.
La comitiva fue detrás de la ambulancia. Y las suplicas que hasta entonces les parecían supersticiones, se volvieron en rumor durante todo el camino.
Por fin llegaron: todos vivos. Y después de una operación y lo que fue probablemente una negligencia médica encubierta todo fue mejorando poco a poco.
Cuando todo se calmó, el padre de la criatura fue a buscar al bebe guardado. Y la entregó a su hermana y su familia (marido y dos hijos), que la cuidaron como si fuera suya.

Pasado casi un mes, a la parturienta recuperada le dieron el alta. Y junto a su marido, fueron a recoger, con sus mejores galas, a su hija.
Algunos dicen que llegado el momento, los dos niños que hasta ese día fueron como hermanitos del bebé, no querían entregar a la criatura… porqué los padres de esta “no sabrían cuidarla tan bien como ellos dos. Mejor que volvieran en unos meses.”

Ese fue el día en que dos padres ilusionados y su hija se reencontraron. Y ya no se separaron hasta al cabo de unos cuantos y felices años.