domingo, 18 de abril de 2010

Lectura


Miró sus manos. ¡Cómo las odiaba! Estaban impregnadas de belleza y de muerte, en una combinación imposible de conjugar pero con la que se veía obligado a vivir. Sólo cuando la acariciaban, habían sido buenas. Su piel contra la de ella había espantado todo mal obligándolo a huir por un instante. Al mismo tiempo, habían alimentado su maldad oculta. El amor y la muerte, el odio y la vida. Opuestos que los habían convertido en polillas revoloteando cada vez más cerca de la llama. Y ella se quemó primero.
El sentía el calor del fuego en la nuca. Ya estaba cerca.

La Princesa del Hielo, Camilla Läckberg

martes, 6 de abril de 2010

Lectura


- Lo siento, te he confundido con otro...
- Confúndame con quien quiera...
Un hombre llorando es algo que no pasa nunca en un bar de striptease. De hecho, Julie no había visto nunca a un hombre llorar. Siempre era ella la que lloraba. Tendió los brazos para coger a Brutus, pero este se quedó acurrucado en las rodillas de Boris, que, por su parte, no hacía nada para retenerlo.
- Parece que no quiere abandonarte...
- ¿Es suyo? Debe tener frío...

- ¿Estás bien?
- No, no muy bien.

- ¿Que te pasa? ¿Mal de amores?

- Mis peces van a morir...

Boris, al pronunciar la palabra, no pudo contener un enorme sollozo. Julie, aunque tenía su corazoncito, no daba crédito que un hombre pudiera llorar por unos peces.
- ¿Tanto los quieres?

Por un instante Boris pareció salir de su pena. Reflexionó.

- Sin ellos, mi vida ya no tendría sentido...


El frío modifica la trayectoria de los peces, Pierre Szalowski

sábado, 3 de abril de 2010

Lectura


¿Cuando empieza todo? ¿Cuando se traslada a la acción en el mundo físico esa idea que os da vueltas en la cabeza? A la mitad de la tercera copa, cuando Gwyn se inclina hacia delante y deja el vaso sobre la improvisada mesa. Te has prometido a ti mismo que no darás el primer paso, que te abstendrás de tocarla hasta que ella te toque a ti, porque sólo entonces sabrás más allá de toda duda que quiere lo mismo que tú y que no has interpretado mal su deseo. Estás un poco borracho, por supuesto, pero no más de la cuenta, no de manera tan atroz como para perder el juicio, y tienes pleno conocimiento de la importancia de lo que estás a punto de hacer. Tu hermana y tú ya no sois los torpes e ignorantes mocosos que erais en la noche del gran experimento, y lo que ahora te planteas es una transgresión de tamaño monumental, algo inicuo y siniestro según la ley humana y divina. Pero no te importa. Ésta es la simple realidad del asunto: no te avergüenzas de lo que sientes. Amas a tu hermana.

"Invisible", Paul Auster