El día en que viniste al mundo fue un día difícil.
Siempre había soñado en poder participar de alguna forma en
tu nacimiento, en que enseguida te abrazaría para no soltarte jamás, en que
disfrutaría de cada uno de tus movimientos, miradas, llantos, caricias… desde
ese mismo momento y hasta siempre.
Pero no pudo ser así.
Escribo esto porque, a pesar de todo, ese fue tu día. Ese fue
el día en que nos conocimos, y en que una familia ansiosa por quererte estaba esperándote
en la habitación. Ese fue el día en que tu padre lloro por mi dolor, y por tu
alegría.
Debo aceptar cada minuto de ese día porque quiero que un día
puedas escuchar tu historia no desde el dolor sino desde el amor. El amor que
ahora siento por ti. Un amor profundo, dulce e infinito.
Mi niño, eres lo mejor que nos ha pasado. Los inicios a
veces son situaciones que nos pone la vida por delante que solo debemos aceptar
para seguir adelante. Encontrar el centro, la fuerza, el sentimiento justo para
poder digerir y así querer sin limites.
Así que ese va a ser mi trabajo. Aceptar el regalo que nos
dio la vida, y los momentos difíciles que entonces vivimos.
Te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario