martes, 28 de mayo de 2013

Olivier

 
El día en que viniste al mundo fue un día difícil.

Siempre había soñado en poder participar de alguna forma en tu nacimiento, en que enseguida te abrazaría para no soltarte jamás, en que disfrutaría de cada uno de tus movimientos, miradas, llantos, caricias… desde ese mismo momento y hasta siempre.
Pero no pudo ser así.

Escribo esto porque, a pesar de todo, ese fue tu día. Ese fue el día en que nos conocimos, y en que una familia ansiosa por quererte estaba esperándote en la habitación. Ese fue el día en que tu padre lloro por mi dolor, y por tu alegría.

Debo aceptar cada minuto de ese día porque quiero que un día puedas escuchar tu historia no desde el dolor sino desde el amor. El amor que ahora siento por ti. Un amor profundo, dulce e infinito.

Mi niño, eres lo mejor que nos ha pasado. Los inicios a veces son situaciones que nos pone la vida por delante que solo debemos aceptar para seguir adelante. Encontrar el centro, la fuerza, el sentimiento justo para poder digerir y así querer sin limites.

Así que ese va a ser mi trabajo. Aceptar el regalo que nos dio la vida, y los momentos difíciles que entonces vivimos.

Te quiero.